miércoles, 15 de julio de 2009

-Apuntes-

Sobre el libro por venir (3)

Del Libro por Venir. La Oscura Exigencia y Antes que a sí mismo.

El que mata por pasión no puede alterar la pasión invocándola como excusa. El que se choca al escribir con una verdad que el escribir no podía respetar es quizás irresponsable, pero debe responder en mayor medida de dicha irresponsabilidad; debe responder de ella sin ponerla en cuestión, sin traicionarla; eso es secreto incluso frente a sí mismo.

Desgraciadamente aunque la literatura es un enigma no brinda ningún oráculo y nadie está capacitado para hacerle preguntas.
Rilke quería que el joven poeta se preguntará: ¿Estoy realmente obligado a escribir? Blanchot retoma está pregunta que todo escritor se ha hecho y trata de responder con ella la razón que obliga a escribir. Blanchot nos obliga a hacer un movimiento infinito que nos transforme y nos desaloje de ese yo garantizado. Y desde ahí: entra en ti mismo, busca la necesidad que te hace escribir. Y adelanta la respuesta: que la pregunta no se descubre, la cercanía suspende la respuesta y la despoja de necesidad.

Es una orden. No puedo, de acuerdo con mi naturaleza, más que asumir una orden que nadie me ha dado. Es en está contradicción, no es nunca más que en una contradicción como puedo vivir. (Kafka)
La contradicción a la que se enfrenta un escritor es aun más poderosa, no es una orden, no puede asumirla y nadie se la ha dado, es decir necesita convertirse en nadie para poder aceptarla. Por eso dice Blanchot que la obra exige mucho más que dedicarle nuestra libertad. Exige que no la busquemos como una meta, que tengamos con ella la más profunda relación de negligencia y despreocupación. Y es que huir es permanecer libre, nunca se es menos libre que en el momento de la huida.

Esa ligereza, esa ausencia de valor es donde se concentra todo el peso de la obra.

El escritor comienza con: tengo algo que decir. Artista-exigencia de la obra: la tormenta de la impetuosidad creadora a la cual no se le puede encontrar jamás ninguna razón. La creación artística es: El artista y él mismo, es secreto, es como la pasión que ninguna autoridad externa puede juzgar, ni comprender. Blanchot cuestiona la afirmación de que la obra es una expresión del sí mismo del artista. Cuestiona si Cézzane se hubiese entregado a la pintura, de la manera en que se entrego, si está sólo hablase de Cézzane y no de la pintura, de la esencia de la pintura a la que le resulta inaccesible acercarse. Al escritor se le dice que al escribir “está perdido” entonces: “debo parar”, “No, si paras estás perdido” Y entonces Blanchot se pregunta que es lo que está frase quiere decir, ¿es una amenaza o es una promesa? A lo que responde que es una frase ligera y alegre que escapa de la soledad del sí mismo y entra a otra soledad en la que faltan cualquier soledad personal, cualquier lugar propio y cualquier fin (el arte) Y que es lo que esa soledad exige: que a través de él hable lo que carece de poder, que a partir de ahí la palabra se anuncie ella misma como la ausencia de poder, esa desnudez, la impotencia, pero asimismo la imposibilidad, que es el primer movimiento de la comunicación. (la obra)

Palabra de poeta y no de amo.


El lenguaje en el mundo, es por excelencia poder. El que habla es el poderoso y el violento. Nombrar es esa violencia que separa lo que es nombrado para tenerlo bajo la forma cómoda de un nombre. Dice Blanchot que la palabra literaria debe escapar a esa relación de poder.


Artaud.

La experiencia de la obra, el movimiento que lleva hasta ella. La imposibilidad de pensar que es el pensamiento. Para Artaud pensar era más que tener pensamientos, y que los pensamientos que tiene sólo lo hacen sentir que no ha empezado todavía a pensar. Ha tocado a pesar de él y por un error patético del que proceden sus gritos, el punto en el que pensar ya es siempre no poder pensar todavía: impoder. Para Artaud la poesía estaba ligada a esa imposibilidad de pensar que es el pensamiento. Así para Artaud la poesía es el arrebato de un dolor, es ese dolor perpetuo, la sombra, la noche del alma, la ausencia de voz para gritar.

Lo primero no es la plenitud del ser, sino la resquebrajadura y la fisura, la erosión y el desgarramiento, la intermitencia y la privación que corroe: el ser no es ese ser sino la carencia del ser, carencia que torna la vida desfalleciente, inaprensible e inexpresable, salvo por el grito de una feroz abstinencia.

Artaud escribía contra el vacío y para sustraerse a él. Ahora escribe exponiéndose a él y tratando de expresarlo y de extraer de él expresión. El paso que siempre hay que dar hacia atrás.

El hecho de pensar no puede ser sino perturbador, lo que hay que pensar es, en el pensamiento, lo que se desvía de él y se agota inagotablemente en él; sufrir y pensar están ligados de una manera secreta. El sufrimiento cuando se torna extremo, es tal que destruye el poder de sufrir, destruyendo siempre por delante de él mismo, en el tiempo, el tiempo en el que este podría ser retomado y rematado como sufrimiento, quizás ocurra lo mismo con el pensamiento. ¿Acaso sufrir sería, finalmente, pensar?

-Apuntes-

Buzzing

Caosmosis es una excelente página, con textos dificiles de encontrar, buenas traducciones y autores como: Artaud, Blanchot, Foucault, Derrida y muchos más...

Imprescindible.

lunes, 13 de julio de 2009

-Reflexiones-

Sobre la INexistencia de Dios.

¿Cuál es la primera prueba de la inexistencia de Dios?
La fe. Porque, si Dios existiera, no necesitaríamos tener fe. Existe y punto.

miércoles, 1 de julio de 2009

-Apuntes-

Sobre Uno y el Universo de Ernesto Sabato...

Sobre el movimiento.

De modo que las cosas, las muertes, los amores del universo cotidiano son como aproximaciones groseras de esos Objetos Fantásticos. Y aunque nunca los hemos visto, creemos que existen en alguna parte. Creemos, por ejemplo, en la eternidad de algo que llamamos al Árbol, que es una idea fija, cristalizada, a la que tímidamente se acerca, con riegos y cuidados, un montón de partículas universales, que antes eran sal, montaña y agua.

Este frágil ser vacila y muere antes de haber alcanzado aquel estado ideal, porque parece como si la naturaleza fuera enemiga de las cosas puras e incorruptibles. Y así la piedra se transmuta en árbol, el hidrógeno en oxígeno, Platón en Aristóteles, el amor en odio, el criminal en santo.


Sobre Borges

Las obras sucesivas de un escritor son como las ciudades que se construyen sobre las ruinas de las anteriores: aunque nuevas prolongan cierta inmortalidad, asegurada por leyendas antiguas, por hombres de la misma raza, por las mismas puestas de sol, por pasiones semejantes, por ojos y rostros que retornan.

En el prólogo a La invención de Morel, Borges se queja de que en las novelas llamadas psicológicas la libertad se convierte en absoluta arbitrariedad: asesinos que matan por piedad, enamorados que se separan por amor; y arguye que sólo en las novelas llamadas de aventuras existe el rigor. Creo que esto es cierto, pero no puede ser aceptado como una crítica: a lo más, es una definición.

Sólo en ciertas novelas de aventuras —preferentemente en las policiales, inauguradas por Poe— existe ese rigor que se puede lograr mediante un sistema de convenciones simples, como en una geometría o en una dinámica; pero ese rigor implica la supresión de los caracteres verdaderamente humanos. Si en la realidad humana hay una Trama o Ley, debe ser infinitamente compleja para que pueda ser aparente.

La necesidad y el rigor son atributos de la lógica y de la matemática. Pero ¿cómo ha de ser posible aplicarlos a la psicología si ni siquiera son aptos para aprehender la realidad física? Como dice Russell, la física es matemática no porque sepamos mucho del mundo exterior sino porque lo que sabemos es demasiado poco.

Si se comparan algunos de los laberintos de Ficciones con los de Kafka, se ve esta diferencia: los de Borges son de tipo geométrico o ajedrecístico y producen una angustia intelectual, como los problemas de Zenón, que nacen de una absoluta lucidez de los elementos puestos en juego; los de Kafka, en cambio, son corredores oscuros, sin fondo, inescrutables, y la angustia es una angustia de pesadilla, nacida de un absoluto desconocimiento de las fuerzas en juego.

Borges admira al hombre capaz de todas las opiniones, lo que equivale a cierta especie de monismo.

Sobre ciencia
Durante siglos el hombre de la calle tuvo más fe en la hechicería que en la ciencia: para ganarse la vida, Kepler necesitó trabajar de astrólogo; hoy los astrólogos anuncian en los diarios que sus procedimientos son estrictamente científicos. El ciudadano cree con fervor en la ciencia y adora a Einstein y a Madame Curie. Pero, por un destino melancólico, en este momento de esplendor popular muchos profesionales comienzan a dudar de su poder. El matemático y filósofo inglés A. N. Whitehead nos dice que la ciencia debe aprender de la poesía; cuando un poeta canta las bellezas del cielo y de la tierra no manifiesta las fantasías de su ingenua concepción del mundo, sino los hechos concretos de la experiencia “desnaturalizados por el análisis científico”.

La ciencia no es poderosa a pesar de su abstracción sino justamente por ella.

Es difícil separar el conocimiento vulgar del científico; pero quizá pueda decirse que el primero se refiere a lo particular y concreto, mientras que el segundo se refiere a lo general y abstracto.

Así, a medida que la ciencia se vuelve más abstracta y en consecuencia más lejana de los problemas, de las preocupaciones, de las palabras de la vida diaria, su utilidad aumenta en la misma proporción. Una teoría tiene tantas más aplicaciones cuanto más universal, y por lo tanto cuanto más abstracta, ya que lo concreto se pierde con lo particular.

Se logra unificar todas aquellas proposiciones porque se eliminan los atributos concretos que permiten distinguir una taza de té, una estufa y personas que se retardan. En este proceso de limpieza va quedando bien poco; la infinita variedad de concreciones que forma el universo que nos rodea desaparece; primero queda el concepto de cuerpo, que es bastante abstracto, y si seguimos adelante apenas nos quedará el concepto de materia, que todavía es más vago: el soporte o el maniquí para cualquier traje.

El universo que nos rodea es el universo de los colores, sonidos, y olores; todo eso desaparece frente a los aparatos del científico, como una formidable fantasmagoría.

Pero el análisis científico es deprimente: como los hombres que ingresan en una penitenciaría, las sensaciones se convierten en números.
El mundo de la ciencia ignora los valores.

De este modo, el mundo se ha ido transformando paulatinamente de un conjunto de piedras, pájaros, árboles, sonetos de Petrarca, cacerías de zorro y luchas electorales, en un conglomerado de sinusoides, logaritmos, letras griegas, triángulos y ondas de probabilidad. Y lo que es peor: nada más que en eso.

Cualquier científico se negará a hacer consideraciones sobre lo que podría estar más allá de la mera estructura matemática.

La ciencia estricta —es decir, la ciencia matematizable— es ajena a todo lo que es más valioso para un ser humano: sus emociones, sus sentimientos de arte o de justicia, su angustia frente a la muerte. Si el mundo matematizable fuera el único mundo verdadero, no sólo sería ilusorio un palacio soñado, con sus damas, juglares y palafreneros; también lo serían los paisajes de la vigilia o la belleza de una fuga de Bach. O por lo menos sería ilusorio lo que en ellos nos emociona.