miércoles, 19 de agosto de 2009

-Libros-

Sobre: Confesiones de un inglés comedor de opio.

Una luz temprana.

El silencio era más hondo que el de medianoche.

Un filosofo no puede mirar las cosas con los ojos de la pobre criatura limitada que se llama así misma hombre de mundo y que, tanto por nacimiento como por educación, está llena de prejuicios estrechos y egoístas; por el contrario, ha de ser un ser universal que guarda la misma relación con grandes y pequeños, con gentes instruida o ignorantes, con culpables o inocentes.

La ceguera de los deseos humanos

Para volar hacía allá en busca de consuelo

El primero es una llama, el otro un resplandor constante y uniforme.

Mientras que el vino desordena las facultades mentales, el opio, por el contrario (si se toma de manera adecuada), introduce en ellas el orden, legislación y armonía más exquisitos. El vino roba al hombre el dominio de sí mismo; el opio en gran medida lo fortalece.

Una saludable restauración al estado que la mente recobra de modo natural al suspenderse cualquier honda irritación de dolor que altere y contrarreste los impulsos de un corazón de por sí puro y bueno.

Disfrazados por la sobriedad y sólo al beber muestran su verdadero carácter.

El próximo viernes con la bendición del cielo, tengo la intención de emborracharme. El Duke de Norkfol

Quincey dice que la música es un ejercicio intelectual en donde la materia prima la da el oído (las notas musicales) pero la forma es construida por la mente (intelecto).

Quincey es brillante y da muestras de esa genialidad, en un extracto donde habla sobre la excitación intelectual que le producía el opio escuchando la voz de la Grassini interpretando a Andrómaca, Quincey define así lo sus sensaciones: desplegaba ante mi, como en un tapiz, toda mi vida pasada, no evocada por un acto de la memoria sino presente y encarnada en la música; ya sin dolor para mi, suprimidos o bien confundidos en una brumosa abstracción los detalles de sus incidentes y las pasiones exaltadas, espiritualizadas, sublimadas

Este fenómeno sería el que después Proust definiría como sensaciones y que sería el objeto de toda su obra artística.

Terrae incognitae

La mente no es capaz de nada que se parezca al olvido; mil accidentes interponen un velo entre nuestra conciencia y la sincripciones secretas de la mente, peo otros accidentes de la misma clase lo desgarran y, velada o no, la inscripción perdura para siempre, tal las estrellas que parecen retirarse ante la luz común del día aunque en verdad, como todos sabemos, la luz haya corrido su velo sobre ellas, que volverán a mostrarse cuando otra vez se descurra la luz oscurecedora del día.

Era imposible dar un sólo paso más sin precipitarse al vacio.

De Quincey es sobrio pero muy rico. De una erudición que intimida y muchas veces hace palidecer a quién lo lee, aunque jamás abusa de ese supremo poder para fines despóticos, al contrario a veces parece sentirse avergonzado, porque como todo hombre sabio entiende que el conocimiento siempre es insuficiente y siempre hay algo más que saber, consciente de eso está alerta de todas las sensaciones y percepciones que le producen toda clase de eventos, en Confesiones de un opiómano inglés De Quincey va más allá de las narraciones vulgares sobre su consumo de opio, trata de entenderlas y desbaratarlas, intenta explorar la terrae incognitae y desprenderse de esa ceguera de los deseos humanos, sólo así logra entender-se- y a través de ese entendimiento subjetivo llega a un entendimiento de toda la humanidad en su forma más profunda.

Asentada en sentimientos tan profundos que no soy capaz de analizarlos

Se cernía una sensación de eternidad e infinito que suscitaba en mi una opresión semejante a la locura

Tomas de Quincey quería dejar un legado medico concreto y detallado de un consumidor de opio. Pero también quiso dejar un diario a otros consumidores de opio para ayudarlos en su experiencia.

1 comentario:

  1. Los hongos producen efectos que convergen en la cosnciencia también. Felicidades, lo voy a leer.

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