jueves, 4 de junio de 2009

Apuntes¡¡¡

Sobre Bataille.

Bataille dice que la experiencia ateológica es vivir lo imposible hasta el límite. Lo imposible es la muerte, la insensata necesidad de destruir. Mientras imaginemos que Dios existe, no hay imposible, pues la salvación lo elude.

Aceptar el mal es enfrentar paradójicamente lo imposible. Erradicar el mal equivaldría a eliminar a quién lo produce. Y eso está destinado al fracaso.

No rehuir a lo imposible implica aceptar, en primer término, que si Dios está ausente, el hombre es un animal abandonado. Dios ausente los animales se devoran entre sí. No importan todos los bienes que el hombre acumule; hay en él un imposible que nada podrá reducir, ni para el más feliz ni para el más desheredado de los individuos. La diferencia radica en la evasión. La felicidad es una evasión muy atractiva, pero tan sólo retrasa el cumplimiento inexorable de un plazo, no lo anula. Hagamos lo que hagamos tenemos que enfrentar lo imposible.

Ateológica por que en el sitio que antes ocupara Dios todavía permanece algo. Justamente lo que queda es un lugar vacío. Está vacuidad es el asunto del que trata dicha experiencia. La esfera espiritual es la esfera de lo imposible. Por consiguiente lo espiritual alude a una experiencia del límite, la experiencia de lo imposible mismo. El anhelo de salvación traiciona lo espiritual; es su negación rotunda.

El que pretende alcanzar la cima de la experiencia ateológica debe sacrificar previamente aquello que suele consolarlo, desembarazarse de lo que santifica y alivia, desprenderse de toda esperanza, de toda fe en una armonía secreta. En suma debe sacrificar a Dios, cuya miseria estriba en la voluntad humana de apropiárselo mediante la salvación. Lo espiritual exige dirigirse a lo más difícil de lo posible, a su verdad más desnuda y árida. Exige por igual exponerse sin reserva al aniquilamiento de lo que justifica lo posible, para querer decir sí a lo imposible, decir sí a la muerte, al mal a la angustia, a la soledad. Un sí bienaventurado, trágico. Un sí que conlleva la renuncia a la garantía que proporciona lo posible para abandonarse a la pérdida de sí.

Sólo es moral nuestro consentimiento al mal y a lo imposible. Para la teología es bien es la cima, para Bataille no, él cree que la cima es la sensualidad, el mal, el crimen, debido a que la verdad del ser no está en la salvación sino en su intensidad. Cada ser se vuelve intenso al buscar su imposible, el instante del arrebato erótico en que asiente su muerte.

Zonas contiguas a lo imposible como el vicio y el crimen, aunque no son la cima moral, indican al menos su presencia cercana, su accesibilidad. Únicamente contiguas pues la cima es la comunicación, el máximo desgarramiento sin llegar a perecer.

Somos seres desgarrados. La cima es la comunicación, el máximo desgarramiento sin llegar a perecer. El pecado es la comunicación más profunda.
Para Bataille la crucifixión es lo que hace posible la comunicación entre el hombre y Dios. Según las Sagradas Escrituras no hay nada más malo que la crucifixión, el mal de males, todos los creyentes asumen su deuda ante el sacrificio redentor llevado a cabo para salvar al hombre de su pecado original.

Dios experimenta el desgarramiento a través del homicidio perpetrado por los hombres contra su Hijo, lo cual genera en ellos una culpabilidad imborrable que los amalgama entre sí. De no ser por la crucifixión; hombres y Dios abrían conservado su integridad eliminando cualquier posibilidad de comunicación. Por tanto la crucifixión no es redentora sino el pecado mismo. El bien está lejos de ser el motor que mueve a comunicarse con Dios, eso reafirma lo que siempre he dicho, la gente se acerca a Dios, sólo por: culpa, miedo o desesperación.

Sólo hay comunicación entre seres incompletos, frágiles, desesperados.

Gracias a la ausencia de Dios la comunicación es posible. En la cúspide de la experiencia espiritual ateológica el mal no se sufre, se quiere.

Bataille explora la posibilidad de sustituir el discurso lineal por la forma de enunciación breve. Si el aforismo condensa la verborrea del tratado, el poema abrevia el hilo narrativo del relato.

Toda poesía que anhele en su entraña expresar un ideal cualquiera, o peor aun, que tenga nostalgia de lo absoluto, hace del hombre un ser abyecto, servil, pues lo absoluto es la aspiración distintiva de las larvas. Indigno es alabar y dulcificar.

Cada poema de Bataille es la mirilla a través de la cual avizoramos la podredumbre que somos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario